Las actividades iniciaron en el Campus Legacy de la Ean, un ejemplo arquitectónico de sostenibilidad , donde tuvimos una charla sobre gobernabilidad de la biodiversidad realizada por representantes de las empresas Doria (agroindustria) y CENIT (logística energética) quienes nos comentaron como abordan el factor social y ambiental en sus actividades con políticas de eficiencia en el uso de recursos, la búsqueda de la carbono neutralidad y la integración de las comunidades vinculadas a los negocios sean tanto proveedores como habitantes de las zonas de impacto, con una filosofía laboral de escucha, diálogo y participación.
Posteriormente tuvimos una charla magistral a cargo de la rectora de la Ean, Brigitte Baptiste, quien nos hizo reflexionar sobre los límites difusos y complejos que tiene la naturaleza, donde “la diversidad natural es una danza” llena de incertidumbre que debemos aceptar y sobre eso innovar para construir el presente y planificar el futuro desde distintas miradas y percepciones. Nadie (como individuo) está en capacidad de conocer el mundo en su totalidad, sino es la suma de visiones e interpretaciones la que nos pueden acercar a la realidad.
Al día siguiente iniciaron las salidas técnicas a campo. Partimos desde el aeropuerto El Dorado rumbo a Puerto Carreño (capital del departamento Vichada), desde el cielo se podía observar el serpenteante río Orinoco (tercer más caudaloso del mundo) principal actor de la región natural La Orinoquía donde los llanos orientales continúan a la Amazonía.
Nos hospedamos en las instalaciones de la Ean Orinoquía y desde ahí realizamos en los siguientes días salidas hacia los alrededores:
Conocimos la frontera difusa (más aun en época de seca) entre Colombia y Venezuela. Un paisaje pedroso con rocas de millones de años (rocas lunares, le dicen), caprichosas formaciones esféricas y la reflexión que las divisiones geopolíticas son netamente imaginarias por lo que todo abordaje en el ambiente tiene y debe ser transfronterizo.
Pudimos recorrer el río Orinoco y ver su flora exuberante y su fauna marítima, terrestre y aérea, nos adentramos en la reserva natural Bojonawi (“perro de agua” en idioma nativo) donde se realizan proyectos ecoturísticos a fin de armonizar el desarrollo económico, la inclusión social y la conservación de la biodiversidad en 4,650.00 ha (46.5 km2) de bosques primarios y secundarios.
Finalmente conocimos el proyecto Marañones de la Orinoquía, negocio de aprovechamiento forestal no maderable que se realiza en la Reserva Natural Refugio Nimajay (“casa grande”, en idioma nativo) en un ecosistema puramente de llanos orientales donde el paisaje de sabana sirve de lienzo para las plantaciones de Marañón (nuez de la india, cajú) de regular tamaño, follaje denso, ramaje retorcido y copado de los frutos que son recolectados manualmente para su posterior industrialización.
Durante los días de la semana presencial hubo espacios para dialogar, debatir y reflexionar en pos de verbalizar las conexiones y sensaciones que nos brindó el paisaje y la sociedad que nos rodeaba con los conocimientos académicos y de experiencia personal que acumulamos para, en comunidad, buscar soluciones para una mejor Latinoamérica. Soluciones que sean basadas en la naturaleza.