Hablar de política y de amor parece contradictorio, pero creo firmemente que la política es una forma sublime de amar y es en tiempos difíciles en los que el verdadero amor se pone a prueba.
La pandemia es sin duda algo que no podíamos imaginar aun cuando normalmente se analiza y piensa en todo aquello que se tendrá que enfrentar desde el ejercicio del poder. Hay situaciones, como esta, para la que ningún gobernante está preparado y sin duda marcará para el mundo nuevos tiempos; la democracia y el ejercicio político, también estarán marcados por este hito en la historia.
Sobre la base de una premisa, que es que la solidaridad es la forma en que se manifiesta el amor en el ejercicio del poder político y que este es el que inspira y cimienta la vocación de los verdaderos políticos, abordaremos algunos aspectos que sustentan esta posición a partir de presentar lo que son los desafíos más importantes para los partidos políticos.
Por un lado, cómo pensar la democracia y la política con la nueva realidad social y cómo lograr que sea una demanda ciudadana, tanto lo uno como lo otro, en la medida en que no existe democracia sin partidos políticos y no existen partidos políticos con independientes y apolíticos.
Sobre esta premisa hay una tarea pendiente para lograr la participación y compromiso de parte de los jóvenes en un ejercicio político responsable que debemos hacer los partidos para que se interesen en participar y activar políticamente, así como asumir los retos que esto supone en términos de capacitación, formación y entrega a ideales superiores.
Sin duda alguna, otro desafío será el que los partidos políticos enfrentarán en el corto plazo un proceso electoral del 2021, en medio de una pandemia mundial que afectará las elecciones. Todo esto a partir de reconocer y aceptar una realidad dolorosa para los políticos con vocación de servicio y es que no hemos estado a la altura de las expectativas de las personas. Aun con buena voluntad, no hemos solucionado ni logrado satisfacer sus demandas de justicia y de libertad, no hemos resuelto los problemas y hemos permitido que ingresen a la política personas con intereses subalternos y revertir eso sea quizá el punto de partida sobre el que pueden enfrentarse los demás desafíos.
Amar supone entregarse y eso es un requisito para poder hacer política en serio, la verdadera política es sacrifico, es compromiso, es consecuencia y consistencia, es trabajar para el futuro pagando el precio del anonimato, es sacrificar la vida privada, es sobre todo servicio.
Hay que estar preparado para no confundirse con el poder, puede envolverte y confundirlo todo, el poder es solo un instrumento que el político debe saber usar para servir, no te pone por encima, no cambia tu esencia, no te hace diferente solo te da la posibilidad de cambiar las estructuras que no permiten que las personas puedan desarrollar todo su potencial, como la pobreza, la falta de empleo, el machismo, la informalidad, la violencia estructural. Esto no se puede cambiar con caridad, esta puede cambiar la realidad de una persona y es necesaria porque nos hace mejores personas y tiene un componente espiritual vital, pero es la política y el ejercicio del poder lo único que puede corregir las estructuras que le dan origen y muchas veces esto solo se puede hacer si se renuncia al aplauso y al reconocimiento superficial.
En este momento hay personas intentando hacer política y trabajando, y la mayoría están rebasadas, pero también hay personas aprovechando un cargo, una cuota de poder, corrompiendo el sistema y aprovechando su debilidad. La pandemia puso en evidencia lo que estaba mal y eso que estaba mal se puso peor, hay tantas tareas pendientes, que después de esto, quien quiera gobernar el Perú no podrá seguir eludiendo las responsabilidades en materia de salud y educación, reformas largamente postergadas que son solo posibles con institucionalidad. Hacer que la ley se cumpla, que la democracia funcione, que la autoridad resuelva, eso en un clima de seguridad y paz.
Nuestra democracia tendrá rápidamente que entender una realidad tecnológica que pueda presentar muchas opciones para representar, para escuchar las necesidades de la gente, también se agudizarán las brechas si no se cierran los problemas de conectividad física y virtual.
En medio de todo esto los destinarios de la gestión pública eficiente, de la política y de la democracia no sienten que esta sea necesaria, las garantías que debía dar el Estado de derecho no se perciben, no se respeta la ley, hay impunidad. Tampoco se administran los recursos del Estado con eficiencia, hay evasión, elusión tributaria, una informalidad que no da tregua y una corrupción que esta enquistada en nuestro aparato estatal. Esto pone en evidencia cuanto se necesita de buena política y de buenos políticos y cuán frágil está nuestra democracia en estos días en que la gente improvisa y cree que se trata solo de ganar elecciones, ni siquiera se preparan para gobernar en el supuesto de ganar y sobre la marcha improvisan planes de gobierno, sin claridad en las decisiones que se toman, sin fundamento en principios que sirvan como orientadores en los temas y decisiones que impactan, se dan pasos para adelante y el doble para atrás.
Eso solo se puede revertir con verdadera política, la que se preocupa de resolver y gobernar los asuntos y problemas que afectan a la sociedad, política que es sinónimo de servicio, esa que parte de conocer y amar la tierra y comprometerse con la historia que no quiere repetirse y con la que quiera honrarse, esa que se caracteriza por la predictibilidad que genera estabilidad.
La administración de los recursos que se recaudan se administran con criterios de solidaridad y eso es lo que permite que no se tenga que renunciar a la justicia en nombre de la libertad ni a la libertad en nombre de la justicia, esa solidaridad como un valor permite alcanzar el bien común y el amor es eso… preocuparse por el otro.
¿Cómo renovamos la política?, ¿cómo la repensamos? con las fuerzas morales de las que hablaba José Ingenieros, esa juventud que no tiene complicidad con el pasado y que por eso lo reta, esa que se rehúsa a aceptar que no se puede, que ya todo está hecho, esa que quiere vivir como piensa y decir lo que cree en el fondo de su corazón, sin calculo, con naturalidad, sin pompa y sin pose, esa que renuncia, esa que no se cuenta en años, sino que es energía, espíritu.
Estamos en manos de esos corazones capaces de cambiarlo todo, de ilusionar, de dar esperanza. Nos toca enseñar lo bueno para que lo mejoren y alertarlos de lo malo para que no lo repitan, nos toca allanar el camino que transcurrimos sin éxito e invitarlos a probar otras rutas y si nuestro cuerpo y energía lo permiten acompañarlos a descubrir nuevas posibilidades y dejarlos hacer aquello en lo que nosotros fracasamos, quizá hasta nos permitan hacerlo juntos.
Tenemos en pocos meses un proceso electoral para elegir al presidente del bicentenario en uno de los momentos en que nuestra frágil institucionalidad se revela con todas sus limitaciones y tenemos que intentar que la fragmentación no termine permitiendo que un improvisado bien intencionado o un sinvergüenza con ganas e intenciones de cargarse al país, asuman las riendas.
No creo que algún partido esté listo para ser gobierno, han sido años sostenidos de quebrar la democracia y de socavar el Estado de derecho y la institucionalidad, pero podemos hacer una ruta común, retomar las políticas del acuerdo nacional, acordar mínimos, poner a los mejores cuadros, cerrar el paso a los partidos que entran a los procesos democráticos, pero no creen en la democracia, en suma, podemos hacer que esta tragedia sea una oportunidad.
El amor también es renuncia y en este caso el político de verdad debe saber que, por encima de sus legítimas aspiraciones, está lo que el país necesita, y lo que nuestro país necesita es unidad y eso solo se logra sumando, vamos a buscar aquello que nos une.
Es un deber recuperar la política como servicio y no dejar el espacio a quienes solo buscan satisfacer su ego, sus miserias o llenarse de plata; esa es nuestra responsabilidad.
Este es nuestro país no lo podemos dejar a la deriva como si las cosas se pudieran arreglar solas, hay que insistir en la necesidad de dar el paso y entrar en política con responsabilidad, nuestra casa nos necesita a todos. Por eso es una demanda comprometerse, y ese miedo a entrar en política y cambiar las cosas solo se le puede enfrentar en libertad y con la fuerza del amor.