Reportajes internacionales
El mes de marzo de 2008 fue el mes más negro en los 44 años de la historia de las FARC. Tan solo en el transcurso de 26 días, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia perdieron casi la mitad de sus líderes históricos; ante todo su fundador y líder alias Manuel Marulanda, junto a él su número dos y vocero, alias Raúl Reyes, y otro integrante del secretariado de siete miembros, alias Iván Rios. Además, en mayo se entregó a las autoridades colombianas alias Karina, una de las más buscadas y temidas comandantes guerrilleras, quien es señalada como responsable de innumerables masacres y secuestros. Según datos del gobierno solo en los primeros meses de este año se han entregado más de 1500 combatientes de las FARC. Desde 2002 deben haber sido en total más de 9000.
Marulanda, quien a finales de los años 90 todavía era calificado por los medios colombianos como uno de los diez hombres más poderosos del país, murió supuestamente a los 76 años durante la más honda crisis de su movimiento, solitario, en una zona de combate de la selva al sur del departamento del Meta. Si el tantas veces dado por muerto falleció el 26 de marzo de un infarto, como lo dió a conocer la guerrilla, o cayó durante un bombardeo del ejército, lo que el gobierno considera posible, al final no juega ningún papel. Al momento de su muerte Marulanda (también conocido como „Tirofijo“) ya era una figura glorificada y mítica, que mantenía unidas a las FARC tan solo simbólicamente. Y estaba expuesto a fuertes ataques del ejército colombiano.
Raúl Reyes fue muerto el primero de marzo en un ataque nocturno del ejército colombiano justo detrás de la frontera con Ecuador, lo que desencadenó una crisis regional entre Colombia por una parte y Ecuador y Venezuela por la otra parte. Iván Rios fue asesinado el 3 de marzo por uno de sus hombres de confianza y escolta, quien seguidamente se presentó ante las autoridades.
Durante las fracasadas negociaciones de paz con el gobierno conservador de Andrés Pastrana (1998-2002), Marulanda y otros líderes como Reyes alcanzaron la cúspide política en la opinión pública nacional e internacional. En ese entonces Marulanda dejó escapar la oportunidad de ejercer influencia en los procesos politicos de Colombia. La hoja de papel que le puso sobre la mesa de plástico en la jungla el desesperado presidente Pastrana, con la petición de presentar por fin por escrito sus exigencias políticas ante el Estado colombiano, justo antes del fracaso de las negociaciones de San Vicente del Caguán, quedó hasta el día de hoy vacía. De manera semejante como Yassir Arafat, el líder guerrillero murió aislado y sin un Estado propio al alcance. En junio de 2001 fue visto Marulanda por última vez públicamente cuando negoció con el gobierno de Pastrana un intercambio de prisioneros.
Ya antes Marulanda había liderado hacia afuera, como representante de las FARC, negociaciones de paz bajo el gobierno de Belisario Betancourt 1982-84. En ese entonces, antiguos combatientes de las FARC fundaron la Unión Patriótica como partido político. Sin embargo, en los años siguientes, su existencia fue extinguida a través de asesinatos puntuales por parte de los paramilitares.
El pensamiento de Marulanda, quien creció en medio de plantaciones cafeteras colombianas, provenía de los combatientes rebeldes de China y Vietnam. También fue marcado por la Violencia, la guerra civil colombiana entre liberales y conservadores de 1948 a 1958. Con algunas familias campesinas adeptas se retiró, después de confrontaciones sangrientas, a las montañas del Tolima, ubicadas al sur de Bogotá. Cuando en 1964 el ejército, en una acción apresurada, bombardeó el pueblo de Marquetalia donde se encontraba Marulanda, fundó éste las FARC para la lucha contra los terratenientes y la injusta distribución de la tierra. Luego de la muerte del ideólogo Jacobo Arenas, el arraigado guerrillero se convirtió en los años 90 en el indiscutido líder que rescataría a las FARC de la caída del Socialismo Real Existente hacia una versión insípida e irreconocible del grupo rebelde de 1964.
En vista de los golpes sufridos en marzo de 2008, las FARC anunciaron dos meses más tarde, de manera sorpresiva y rápida, un sucesor. Alias Alfonso Cano (59), sociólogo y hasta ahora jefe ideólogo, pertenece a los estudiantes marxistas de la clase media colombiana que se unieron a las FARC por convicción ideológica. Es hijo de un ingeniero agrónomo y de una maestra e ingresó a las FARC a comienzos de los años 80.
A la hora de calificar al sucesor de Marulanda, los expertos no son de una misma opinión. Los unos ven en su nombramiento la esperanza para un diáologo político, que no fue posible bajo el líder campesino Marulanda y el ala militarista de las FARC y que con el aún activo duro y número dos, alias Mono Jojoy, pareciera incluso más impensable. Otros aluden a entrevistas anteriores de Cano (por ejemplo, en The Economist en el año 2001), en las cuales él se mostró como un duro marxista que buscaba el objetivo de vencer totalmente al Estado colombiano y desaparecerlo. En ese entonces excluyó una solución política.
El reto de Cano será el de detener el derrumbamiento de los frentes de las FARC, ante la ausencia de la autoridad del viejo patrono Marulanda. El gobierno cree que Cano será capaz de mostrar la firmeza de liderazgo que le faltó al canoso Marulanda al final de sus días. „Por eso tenemos que fortalecer nuestros esfuerzos en la lucha contra las FARC“, dijo el asesor presidencial José Obdulio Gaviria a finales de mayo en la discusión con desertores de las FARC en la Fundación Konrad Adenauer en Bogotá. Según su opinión no se podría hablar más de las FARC como un todo, sino solo de los diferentes frentes.
Algunos analistas comparan la situación de las FARC con la del Sendero Luminoso en Perú. Después de la dureza militar del gobierno Fujimori y de la detención final del líder histórico Abimael Guzmán en 1992, el grupo guerrillero se derrumbó. Es cierto que hay diferencias entre los dos grupos rebeldes, así por ejemplo, la tradicional fortaleza militar de las FARC en las regiones, independientemente del carisma de los jefes guerrilleros. No obstante, un posible escenario se podría semejar al de Perú, donde unos cientos de guerrilleros dispersos continúan haciendo de las suyas en la selva, pero sin tener mayor significación para la política del país y para la vida de sus gentes, escribió en la revista Semana Román Ortiz de la Fundación Ideas para la Paz.
Desde el segundo semestre del año pasado, las FARC han tenido que soportar un golpe tras otro. Los jefes regionales alias Acacio y alias Martín Caballero cayeron en la lucha con el ejército, y alias Martin Sombra fue detenido. Algunos de los 50 frentes están sin mando o están en vía de disolución. La política de seguridad democrática del presidente Álvaro Uribe muestra después de seis años sus más palpables éxitos. Mientras que Uribe en su primer mandato se aferró casi exclusivamente a un debilitamiento militar de la guerrilla y al mismo tiempo negociaba un desarme colectivo con los paramilitares, ahora le apuesta desde su posición de fuerza más y más a la „Soft-Power“. Ha creado incentivos para facilitar la deserción de los guerrilleros y ha hecho ofertas a la cúpula de las FARC para establecer una zona de encuentro temporal y sondear negociaciones de paz. Ha mostrado disposición, para el caso de conversaciones de paz serias, de no calificar más a las FARC como terroristas e incluso de encontrarse con sus líderes en la selva. Uribe II muestra visiblemente más creatividad en el esfuerzo hacia una solución – también política – definitiva del conflicto que Uribe I, cuya mano fuerte ha hecho posible el camino hacia ese terreno.
A las crecientes deserciones en el campo de batalla de los miembros de las FARC se le suma otro fenómeno menos tenido en cuenta en el extranjero. Cientos de excombatientes de las FARC en las cárceles han expresado no querer retornar màs a las filas de la guerrilla. Los ante todo hombres jóvenes tampoco quisieran ser intercambiados por los secuestrados de las FARC, en el caso que se llegara a un tal trato con el gobierno. Ese movimiento de los presos de las FARC se denomina „Manos por la Paz.“ Representantes de ellos fueron invitados en las semanas pasadas a intervenir en foros de la Fundación Konrad Adenauer en Bogotá para esbozar el carácter actual de las FARC. Su visión desde adentro del más antiguo grupo guerrillero del continente revela profundos agrietamientos en la organización, algo que también viene siendo analizado de forma creciente por la prensa colombiana.
Antiguos combatientes de las FARC, entre ellos jefes regionales, confirman que al interior de sus frentes nunca ha habido un discurso político. En la guerrilla que según su propia percepción se considera como marxista revolucionaria, reina el vacío ideológico exceptuando algunos artículos con discursos marxistas desactualizados en la página electrónica de las FARC. Se cayó la máscara. Tráfico de drogas, chantaje y secuestros han hecho degenerar a las FARC de un movimiento con algo de pretensiones sociopolíticas en los años 60 a un movimiento terrorista que carece de contenido orientador. Cada vez más miembros de la guerrilla pierden la fe y el sentido de su sacrificada lucha en la selva. Su rutina se vuelve paulatinamente más dura después que las tropas del gobierno han desalojado a los frentes guerrilleros lejos, hacia las montañas o a lo profundo de la selva.
Desertores dan cuenta de hambre y miedo para ir incluso a los pueblos más cercanos a buscar comida. Pues un factor adicional debilita a las FARC: Perdieron cualquier respaldo en la población y por eso no pueden apostarle más a una cooperación con los habitantes de los pueblos. Ya ni con amenazas pueden descartar que los infiltrados los traicionen. Los colombianos en las ciudades han dejado en claro, últimamente en una marcha de varios millones de personas el 4 de febrero, que rechazan la violencia de las FARC y la de otros grupos ilegales. Según sondeos, solo el 1 por ciento de los colombianos tiene una imagen positiva de las FARC. Grupos de otras partes del mundo, como en el Cercano Oriente que se encuentran en la lista internacional de terroristas, pueden contar por lo general con un mayor respaldo de la población civil que el que tiene la guerrilla en el más antiguo conflicto interno de Latinoamérica.
Ya las cifras dejan al descubierto lo que se tiene que estar presentando al interior de la guerrilla. En su tiempo floreciente en los años 90 se le adjudicaron a las FARC hasta los 20.000 combatientes. Entretanto, algunos cálculos han bajado hasta los 8.000 hombres (cifras exactas son de manifiesto difíciles de determinar). Si uno considera el número de desertores de cerca de 9000 desde la posesión de Uribe en 2002 y cuenta además los 3.840 caídos entre los combatientes de las FARC en los pasados tres años, queda clara la fuerte fluctuación tiene que predominar en los frentes de la guerrilla. Reclutamientos forzados de adolescentes pertenecen al orden del día y se han vuelto imprescindibles para el grupo guerrillero. Con esto se ven afectadas la coherencia interna y la lealdad.
A esto hay que agregarle que la comunicación entre los frentes de las FARC se ha vuelto de peligro de muerte y difícilmente puede llevarse a cabo en el plano de teléfonos satelitales. También Raúl Reyes pudo ser ubicado por sus conversaciones telefónicas (y con ayuda de informantes locales). Su última conversación satelital, según información del gobierno colombiano, la realizó dos días antes con el presidente de Venezuela Hugo Chávez. El jefe de las FARC Ivan Rios, quien fue asesinado por parte de su hombre de confianza después de agotadores combates con el ejército, no tuvo durante dos años ningún contacto físico con los otros miembros del secretariado de las FARC, afirma el gobierno luego de la valoración de los datos del portátil de Rios.
El asesor del presidente, José Obdulio Gaviria, es de la opinión que las FARC en los últimos años habrían sido hacia afuera más o menos un show del abatido vocero Raúl Reyes, el cual incluso debió haber escrito correos electrónicos a nombre del canoso caudillo Marulanda. Sin importar cuáles detalles se podrán finalmente establecer como verdaderos y cuáles saldrán de los computadores confiscados a Reyes y Rios a la luz pública, una cosa si apenas se puede desmentir, el hecho que las FARC actualmente se componen de un número de frentes dispersos que luchan por su vida, que apenas si tienen contacto entre sí y que en parte solo pueden sentirse seguros en territorio venezolano y ecuatoriano.
Según palabras del negociador de paz del gobierno Pastrana, Camilo Gómez, las FARC son una tropa de combate que lucha con recursos del siglo XIX contra un ejército moderno del siglo XXI. Es cierto que el Estado colombiano no posee, como sí es el caso por ejemplo de Venezuela, ningún pánzer, sin embargo, está bien equipado con helicópteros, detectores nocturnos y de comunicaciones provenientes de Estados Unidos para la lucha asimétrica contra los grupos ilegales en el país. Desde su toma de posesión Uribe aumentó en un tercio las fuerzas de seguridad hasta 270.000 hombres, inclusive 80.000 soldados profesionales de élite, en parte en unidades móviles. Colombia ocupa el tercer puesto como receptor de ayuda de Estados Unidos después de Israel y Egipto.
Uribe logró internacionalmente aislar a las FARC y convencer a los estadounidenses así como a los europeos de incluir al grupo guerrillero en la lista internacional de terroristas. En el último comunicado a sus tropas el 24 de diciembre de 2007, Marulanda trató exactamente ese tema. Las FARC tendrían que ser reconocidas nuevamente como un partido beligerante, exigencia que fue retomada por el presidente de Venezuela Hugo Chávez en enero siguiente ante petición de Marulanda. Sin embargo, ningún país (exceptuando Nicaragua) apoyó esto. Hasta ahora solo el presidente de Nicaragua Daniel Ortega ha lamentado oficialmente la muerte de Marulanda. Chávez, quien tuvo una relación cercana con Marulanda y que, a causa de las informaciones del computador de Reyes, había sido culpado de cooperación con las FARC, se mantuvo sorprendentemente discreto.
Todavía es un misterio, cómo puede mantener la guerrilla en su estado actual cientos de secuestrados en su poder. En el ambiente se sigue manejándo la cifra de 700 secuestrados de las FARC. En vista del hecho que según los expertos serían necesarios 20 guerrilleros para custodiar eficázmente a un secuestrado y llevarlo a través de la selva en marchas de días enteros, esa cifra parece muy alta. Es probable que algunos secuestrados hayan muerto en cautiverio, que tengan paradero desconocido o que hayan sido dejado libres. La creciente desconfianza de los combatientes de las FARC entre sí hace más que n unca necesaria una cifra alta de custodios.
Las FARC tienen que contar diariamente con deserciones en especial después del elevado esfuerzo del gobierno de fijar altas recompensas para la delación, posibilitar una salida benigna y ofrecer ayudas de reintegración. A esto hay que sumarle que Colombia actualmente se ha vuelto lejos un país más seguro en el que, si bien es cierto que los excombatientes pueden ser todavía amenazados por sus propios frentes, sin embargo, la posibilidad de una „vida normal“ se ha hecho más probable que antes. Al menos de las ciudades el conflicto ha sido desalojado, hace seis años las FARC todavía lanzaban granadas al Palacio de Nariño durante la posesión del presidente Uribe y podían sitiar amenazantes las faldas montañosas en los contornos de Bogotá. Tampoco las células urbanas de las FARC parecen funcionar más. Actualmente la mayoría de los colombianos pueden moverse, al menos por las carreteras principales, de nuevo libremente en su país. En algunas regiones son ahora especialmente más las minas antipersonas que han sido puestas por las FARC las que amenazan a los pobladores, más que la misma presencia física de la guerrilla.
El gobierno anunció en marzo como incentivo complementario de desmovilización la aplicación de la Ley de Justicia y Paz también a los excombatientes de las FARC. Esa ley fue creada originariamente para el proceso de desmovilización de los paramilitares. De acuerdo con ella, los simpatizantes que no han cometido mayores crimenes reciben impunidad. Los jefes y responsables de masacres y secuestros reciben la máxima pena de 8 años de cárcel, siempre y cuando cooperen con las instituciones de justicia, digan la verdad y les hagan llegar a las víctimas indemnizaciones desde sus patrimonios acumulados. El que no coopere tiene que contar con que será excluído de esa justicia transicional. Apenas en mayo el presidente Uribe permitió extraditar hacia Estados Unidos a 14 exparamilitares que no cooperaron suficientemente y que estaban siendo buscado por las autoridades de Estados Unidos por el tráfico de drogas.
El caso más prominente de un excombatiente de las FARC en el proceso de Justicia y Paz es Karina. La mujer de 45 años es hasta ahora la miembro de más alto rango de las FARC que se ha entregado, el 19 de mayo, voluntariamente a las autoridades. Que ella estaba hastiada de esa forma de vida, le dijo Karina a los medios y se quejó sobre la creciente presión por parte de los militares. Karina se convertirá en la prueba para la credibilidad del gobierno y de sus intenciones. Su caso y desde luego, la muerte de la respetada persona histórica Marulanda, erosionarán complementariamente la moral del resto de la tropa. El mayor reto del gobierno es pues, reintegrar en la sociedad la posible ola de desertores de las FARC y frenar el éxodo hacia los crecientes nuevos grupos ilegales como las Águilas Negras.
Desde el comienzo de la ley de justicia y paz en el año 2003 se han desmovilizado según cifras del gobierno algo así como 47.000 personas, de estos la mayoría paramilitares. Su resocialización y reintegración como ciudadanos que se ocupan con negocios legales adolece de muchos problemas y durará muchos años. No obstante, entregar las armas parece en la Colombia de hoy menos riesgoso que hace unos pocos años.
La desmovilización de los paramilitares como actor político del conflicto interno colombiano desvirtúa el argumento según el cual los combatientes desarmados de las FARC correrían necesariamente la misma suerte que sus colegas de la Unión Patriótica en los años 80. Los desertores de las FARC tienen que temer hoy más a sus propios frentes que a la venganza de los paramilitares. Por el contrario, el Estado está en una mejor situación de ofrecer alternativas y proteger a los excombatientes.
Además hay que agregar: En Colombia, desde la constitución de 1991, se ha abierto el sistema político. Se ha vuelto más participativo y se han implantado nuevos partidos. También exguerilleros han hecho en la actual Colombia carrera política exitosa – sin armas. Uno de ellos, el agudo crítico de Uribe y Senador, Gustavo Pertro del Polo Democrático Alternativo, dijo al New York Times respecto de la muerte de Marulanda: „En el siglo XX los combatientes hicieron historia y en el siglo XXI harán historia aquellos que recuperen a Colombia de la guerra. Marulanda no comprendió ese cambio.“
El Dr. Carsten Wieland es el representante de la Fundación Konrad Adenauer en Colombia.