Título individual
En una etapa de inestabilidad internacional, la región vive un momento signado por la
democracia y por una relativa bonanza económica que han permitido avanzar significativamente
en la reducción de la pobreza, uno de los mayores obstáculos para el desarrollo latinoamericano.
Como hemos mencionado en informes anteriores, es una etapa de sostenimiento
de buenos precios para los productos básicos de la agricultura, la minería y el petróleo que
caracterizan la matriz productiva regional. Se han generado excedentes que los gobiernos
han aplicado, también, para combatir el flagelo de la pobreza y la exclusión.
Los programas de ayuda a los sectores menos favorecidos de la sociedad se extendieron
a todos los países. En algunos casos con graves ineficiencias y en función de políticas clientelares,
pero aun así es innegable su valor en la tarea de erradicar la pobreza y la indigencia.
Son 73 millones de latinoamericanos los que salieron de la pobreza en los últimos diez años.
A su vez, hubo un fuerte crecimiento de la clase media, que ahora se sitúa en torno al 30 % del
total de la población.
Sin embargo, tanto el desarrollo económico de esta etapa como los avances en la superación
de la pobreza y la exclusión económica no han tenido la misma repercusión en la reducción
de la desigualdad. Peor aún, este proceso en algunos países parece haber consolidado la
estructura preexistente de inequidad.
Las políticas contracíclicas de expansión del consumo y la inversión en 2011 permitieron
sostener el crecimiento económico en la región, con una tasa menor al año anterior. El debilitamiento
de la recuperación de la economía mundial y el enfriamiento de la demanda interna en algunos países, propugnado por sus autoridades para evitar un sobrecalentamiento, fueron factores que, entre otros, frenaron el ritmo de crecimiento.
En América Latina la democracia prevalece. Por primera vez desde el año 2002, en
que se produjo la primera medición del índice, ninguno de los países sufrió en el 2011
quiebres institucionales que pusieran en riesgo sus democracias. No obstante, no podemos
decir que la tarea ha sido completada. Resurgen o emergen nuevos problemas de
gobernabilidad, agravados por la debilidad institucional que afecta a algunos países de
la región.
Otro dato positivo es la sostenidamente creciente participación política de la mujer, en todos
los niveles. Expresión de ese comportamiento es la presencia de tres mujeres ejerciendo
la presidencia.
La inequidad junto con la notoria presencia del crimen organizado y el narcotráfico en
países de la región constituyen las dos situaciones que afectan más negativamente al desarrollo
democrático regional. El narcotráfico, presente en América Latina desde hace décadas,
penetra fronteras y aparece en países donde ese fenómeno no existía.
Otros factores de preocupación para la democracia son: la incapacidad de muchos partidos
políticos para generar liderazgos democráticos y despertar el compromiso ciudadano;
los excesos en la concentración del poder y los intentos de consolidar regímenes de una
sola voz; la consolidación de estructuras burocráticas y políticas que persiguen el desarrollo
personal —mediante prácticas corruptas— más que el bien común; y, por último, la ausencia
de políticas de largo plazo y de procesos de políticas públicas construidos y aplicados en
función del consenso. Pero, al mismo tiempo, son importantes desafíos y oportunidades para
la sociedad latinoamericana.
En Costa Rica, Chile y Uruguay estos problemas, aunque están presentes, no constituyen
el signo distintivo de sus democracias; por ello se destacan en el ranking regional.
América Latina sobresale en el contexto internacional, por primera vez, por el sostenimiento
de la democracia, por su nivel de desendeudamiento y por sus avances contra la
pobreza. Sin embargo, las crecientes dificultades presentes en los mercados internacionales,
principalmente en la Unión Europea, generan nuevas turbulencias y riesgos para el desarrollo
regional, que obligan a la dirigencia de los países a revalorizar políticas de consenso para
enfrentar con éxito estas dificultades.
La apropiación por los líderes políticos de los resultados económicos positivos es inherente
a la condición humana, y solo quienes logran vencer esa tentación podrán convertirse en
estadistas y generar mejores realidades para sus sociedades. Por ello, uno de los retos para la dirigencia regional consiste en superar el riesgo mesiánico y encontrar formas inclusivas de
gobierno.
Esperamos que este informe contribuya a la reflexión acerca de los desafíos que los países
latinoamericanos deben afrontar y de la necesidad de afianzar la democracia como el mejor
camino hacia el desarrollo regional.