Reportajes internacionales
En la cumbre denominada “One Belt, One Road“, que se realizó entre el 12 y el 14 de mayo de 2017 en Pequín, China reimpulsó la idea de un nuevo ordenamiento del libre comercio entre Asia y Europa. También su interacción con América Latina debiese verse profundizada. Mientras durante la cumbre se evaluaron las posibilidades que ofrece este nuevo acuerdo, se alzaban las voces detractoras y más críticas de la iniciativa.
Parece ser la respuesta de China a los lineamientos globalizados más críticos de la política exterior de Estados Unidos. La cumbre “One Belt, One Road“ realizada en Pequín, se presentó como una alternativa para ampliar el comercio extra regional bajo el espíritu de la antigua ruta de la seda. Más de dos mil años después de haberse iniciado el comercio en el contexto de esta ruta que convocó el intercambio de bienes entre más de 100 Estados, su reedición parece ser una iniciativa promovida durante esta cumbre. El Presidente de la República Popular de China Xi Jinping, explicó que se trata de establecer un área de comercio voluntaria, excluyendo la posibilidad de que China pueda tratar de incidir en asuntos internos de los Estados. Si bien la iniciativa nació de China, la idea es que todos los países se encuentren involucrados en igual medida. Las ambiciones son de todas maneras altas, acompañadas de un compromiso de China de invertir cerca de 900 Billones de USD dólares, lo que equivaldría en la actualidad a una suma similar a la involucrada en el contexto del plan Marshall, asunto que ha sido reiteradamente analizado. Señala China, sin embargo, que en el plan Marshall se hizo una gran diferenciación en el status de los países alineados con EE.UU y aquéllos considerados como terceros; lo que se diferenciaría claramente de esta nueva iniciativa, que pretende como objetivo general lograr una integración global a través de la ruta de la seda.
Latinoamérica parece estar excesivamente optimista
Los jefes de Gobierno de la República Argentina y la República de Chile, Mauricio Macri y Michelle Bachelet, respectivamente, siguieron acordando asuntos de tipo bilateral con China, una vez finalizada la cumbre.
La Presidenta Bachelet realizó un acuerdo entre Chile y el Banco de Inversión para Infraestructura de Asia (AIIB). El Banco AIIB funciona como un banco para la cooperación por cuanto asume el financiamiento de la infraestructura necesaria para lograr el aumento del comercio en los términos estimados. “Estamos convencidos que la participación en esta institución nos provee de grandes ventajas para el logro de una infraestructura y proyectos de conectividad necesarios“, señaló la Presidenta Bachelet. Esta institución cuenta con la participación de 77 Estados y está liderada por las principales economías emergentes. En este contexto, también se destaca el proyecto del AIIB con Argentina, que según el Presidente Macri “permitiría la consolidación de la Argentina como país exportador de productos agroalimentarios y que conllevaría a la eventual duplicación de su producción dentro de los próximos años.” En esta misma línea de ideas, ambos mandatarios destacaron los beneficios que acarrearían para los países la participación de los Estados en esta institución.
También se evidenciaron voces de apoyo al AIIB de aquéllos países latinoamericanos que no estuvieron directamente representados en Pequín. El ex Canciller de Perú, Gonzalo Gutiérrez, señaló que este sería el camino más eficiente para Latinoamérica para lograr una representación común del lazo que une a los países de la Alianza del Pacífico. La libertad del comercio de los bienes y de los flujos de capital, la infraestructura y conectividad para el intercambio de servicios pudiesen verse beneficiados por el apoyo de parte de China. El impulso adicional a la multidimensional Alianza del Pacífico y el fortalecimiento de la integración regional pudiesen ser externalidades positivas derivadas de esta iniciativa de parte de China.
Las dudas se mantienen
La presentación de la iniciativa china de intensificar el comercio global suena bastante tentadora. En particular, la idea de que los países industrializados y los emergentes unan sus comercios en la búsqueda de enfrentar conjuntamente los efectos negativos en la economía a nivel global. No obstante lo anterior, la nueva ruta de la seda ha despertado las críticas de varios países. Particularmente crítica dentro de los países europeos se mostró la postura emitida por la Ministra de Economía de Alemania, Brigitte Zypries, quien recordó a los presentes que perduran, hasta la fecha, muchas restricciones a las empresas internacionales que invierten en China. En efecto, deben ejercer sus labores en conjunto con una contraparte empresarial china. Por lo anterior, los representantes europeos rehusaron concretar un acuerdo que no garantice estándares mínimos en lo que respecta a transparencia en procesos de licitaciones, protección al medio ambiente y de derechos laborales. También dentro de América Latina hubo críticas, por lo que el banco de infraestructura asiática no tiene pocas barreras que cruzar. El Embajador de México en China, José Luis Bernal, hizo alusión a la competencia que existe entre el banco AAIB y otras instituciones financieras internacionales que facilitan dinero para la inversión en infraestructura para el desarrollo. El riesgo es evidente. Con los enormes montos de dinero que se están poniendo a disposición de los países, se pudiesen perjudicar los préstamos facilitados por otras instituciones financieras y en este sentido, presentar condiciones de cumplimiento de parte de China a las empresas o a los Estados, que sean menos favorables en términos financieros a las ya logradas con otros bancos para el desarrollo. No se debe olvidar que durante los pasados años la influencia de la economía china en los mercados mundiales se ha visto ampliada, y en este sentido también la dependencia de muchos países latinoamericanos hacia ésta. Algunos piensan que la iniciativa de China respecto de esta ampliada ruta de la seda, responde básicamente a las necesidades de los mercados chinos.
Es evidente que el gobierno chino está concretando estas iniciativas dentro de Latinoamérica. Mientras el Presidente Macri destacaba la relevancia de las exportaciones de productos agroalimentarios para su país, China ampliaba su exportación de soja también proveniente del país trasandino, producto que hasta ahora China solo importaba desde Brasil, posiblemente con una intensión de presionar al gobierno de Argentina por mejores condiciones. Asuntos como los eventuales boicots de la soja dejan en evidencia ante el gobierno chino, que no puede pretender impulsar su iniciativa, sin contar con algún tipo de resistencia. En efecto, la balanza comercial negativa entre China y Argentina, así lo siguen demostrando. A pesar del proteccionismo industrial aplicado durante los gobiernos de los Kirchner, a Argentina le costará mucho liberarse de esta situación. A dicho país no le queda opción más que ceder en estos aspectos. Cerca de 18 Billones de USD dólares de volumen de exportación, de cerca de 57 billones, están basados en la exportación de soja. La dependencia de este rubro industrial es considerablemente alta.
Ámbitos de tensión geoestratégicos
A final quedó la impresión que los tremendos beneficios mencionados por China, acarrean consigo el asumir enormes costos. En especial para México, que ya enfrenta grandes dificultades ante el proteccionismo de Estados Unidos, es bastante tentadora la iniciativa china. A pesar de lo anterior, ningún socio de China puede suponer que la potencia asiática estará regalando presentes a cambio de nada con esta iniciativa. China está buscando negocios convenientes, y en este sentido, no por ello cabe suponer que la dirección del partido esté en posición de ceder al diálogo con sus eventuales contrapartes. Es por eso que los posibles socios comerciales de China en este contexto de la nueva ruta de la seda, debieran ponderar su decisión basado en numerosos factores que inciden en el nivel de dependencia. Existen alternativas de evaluación de estos escenarios. Por una parte, el reciente proteccionismo de Estados Unidos de América, permite a los países europeos llenar esos espacios vacíos con iniciativas comerciales propias. China viene ampliando el comercio global desde hace muchas décadas. La iniciativa “One Belt, One Road“ya había sido discutida en 2013 a nivel internacional. Se podría señalar que Pequín solo estaba esperando la oportunidad que le ofrecería una situación como la actual en el concierto comercial mundial, derivada de las políticas del presidente Trump. Respecto de los costos de las condiciones con las cuales se deberá tranzar en el comercio mundial en este nuevo escenario, los países occidentales desarrollados o bien deberán adaptarse, o bien saber perder. Para producir un mayor acercamiento entre la Unión Europea y América Latina, se han reimpulsado las negociaciones entre la UE y el Mercosur, que habían sido iniciadas desde el año 2000. Pero se ha llegado a un momento donde una declaración de intenciones parece inevitable. China está considerando evidentemente a Latinoamérica dentro de sus planes. Esta puede ser una oportunidad para la Unión Europea de establecer acuerdos con la región latinoamericana, que cumplan estándares de transparencia más justos, tanto en lo comercial, como medio ambiental. De todas formas Bruselas se está mostrando, en el contexto de las negociaciones del CETA, como un confiable facilitador financiero para el desarrollo. La más reciente regulación aprobada, que otorga a los parlamentos nacionales de los países europeos el poder de veto ante el acuerdo de pactos multilaterales, sienta las bases que permiten evidenciar el aumento en el peso de sus opiniones en este tipo de procesos. Y también desde la vereda latinoamericana, no se puede señalar que se esté cerca de lograr una voz unísona respecto de la nueva ruta de la seda.
Para fortalecer el vínculo entre Europa y América Latina se necesita de la realización de esfuerzos por ambas partes. Esto requiere tiempo, sin embargo, China no parece estar dispuesto a otorgárselo, ni a Europa, ni tampoco a Latinoamérica. Sin duda pretende aprovechar a su favor, la lentitud de los procesos de toma de decisión de las diferentes regiones a nivel global. Los miembros de la Unión Europea, así como sus socios latinoamericanos, debieran hacer un diagnóstico de sus potenciales y sus posiciones estratégicas para negociar de forma decidida y conjunta.
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