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Relaciones México-Estados Unidos: entre acuerdos y desacuerdos

de Patricio Garza

KASBlog: México 2021, realidades y desafíos | Análisis internacional

Tras la reunión de Kamala Harris con Andrés Manuel López Obrador, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, asegura que las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos son “muy buenas” y están avanzando. Sin embargo, la relación bilateral no ha estado exenta de fricciones y desacuerdos.

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El pasado 8 de junio, el presidente Andrés Manuel López Obrador recibió a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, en el Palacio Nacional. Durante el encuentro, el mandatario mexicano y Harris dialogaron sobre la puesta en marcha de nuevos mecanismos de cooperación económica de alto nivel, el fortalecimiento y la atracción de inversión extranjera a México; la atención de las causas estructurales del fenómeno migratorio en la región; la protección de los derechos humanos, particularmente de las personas migrantes; y el impulso de los derechos laborales en México y Estados Unidos. Además, en el marco de la visita, se realizó la firma de un memorándum de entendimiento para el desarrollo del Triángulo Norte de Centroamérica, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, con el objetivo de atender las causas estructurales de la migración indocumentada proveniente de esta región hacia México y Estados Unidos. 

Luego de la reunión, el canciller Marcelo Ebrard aseguró que ambos países han avanzado en la construcción de una relación “muy buena”. Sin embargo, a pesar de los buenos términos en que se dio la visita, desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca el desarrollo de las relaciones bilaterales no ha sido del todo positivo. 

Antes de la llegada de la vicepresidenta estadounidense al país, pese a haberle girado una invitación formal, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, el morenista Ricardo Monreal, canceló el encuentro del Senado mexicano con Harris con el argumento de que no existían condiciones políticas para ello debido a la falta de consenso entre las distintas fuerzas políticas. Además, semanas antes de las elecciones del 7 de junio en México, López Obrador acusó abiertamente a Washington de intervencionismo, debido al financiamiento que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) brinda a la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), la cual es catalogada por el presidente como un grupo opositor a su gobierno con fines políticos. Incluso, en una subida de tono durante una de sus habituales conferencias matutinas, López Obrador acusó a USAID de simular y disfrazar el apoyo que dicha agencia brinda a la sociedad civil. 

Ante ello, el presidente Biden anunció a través de su secretario de Estado, Antony Blinken, que incrementaría el presupuesto de USAID para el 2022, y que el apoyo a organizaciones que promuevan el combate a la corrupción continuará, lo cual marcó un claro distanciamiento con López Obrador. La reacción del gobierno de Biden no es sorpresa, ya que el presidente mexicano se ha empeñado en mostrar poca o nula coincidencia con su administración en temas que son considerados prioritarios para Estados Unidos. 

Por ejemplo, en abril, con invitados como el papa Francisco y 40 líderes mundiales, el presidente Biden encabezó la Cumbre sobre el Cambio Climático de manera virtual desde Estados Unidos. Durante su intervención, López Obrador no escuchó los planteamientos de los otros presidentes para frenar el cambio climático y se enfocó en la necesidad de ampliar el programa “Sembrando Vida” y en defender la producción nacional de petróleo y gasolina para la demanda interna. Este tema ha provocado algunas situaciones ríspidas entre ambas administraciones, como sucedió en el marco de la primera reunión de la Comisión de Libre Comercio del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) a un año de su creación, donde Katherine Tai, representante comercial de la Casa Blanca, expuso a Tatiana Clouthier, secretaria de Economía, las inquietudes de Estados Unidos en temas de inversión energética. Tai pidió a México implementar una política que respete las inversiones estadounidenses y que esté alineada con los objetivos de cambio climático.

No obstante, en términos comerciales, la relación continúa con el cauce de la integración económica, dinámica que lleva más de veinte años construyéndose. Incluso en abril de este año, México desplazó por segunda ocasión a China para convertirse nuevamente en el principal socio comercial de Estados Unidos. Pero, de igual forma, se han suscitado algunos desencantos en los últimos meses debido a conflictos en el marco del T-MEC. En mayo, Estados Unidos envió dos quejas laborales formales contra México, una por parte de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés) y otra directamente de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos. 

Por su parte, el embajador de México en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, ha expresado sus inquietudes con respecto a la falta de aplicación de leyes laborales que el gobierno mexicano ha detectado en algunas industrias estadounidenses. El acuerdo trilateral acaba de cumplir su primer año de vigencia el pasado 1 de julio, tras reemplazar al TLCAN después de las intensas presiones del expresidente Donald Trump para llevar a cabo la renegociación de dicho tratado. Se debe seguir de cerca la evolución de la relación comercial, pues las fricciones parecen no haber terminado del todo. 

Donde parece haber más coincidencia es en el tema migratorio, el cual ha ocupado un lugar prioritario en las conversaciones de los últimos meses de López Obrador tanto con Biden como con Harris. La vicepresidenta fue designada por el mandatario estadounidense para encabezar los esfuerzos de su administración en materia migratoria; como parte de esta responsabilidad, visitó Guatemala un día antes de llegar a México y durante su reunión en Palacio Nacional, la gestión migratoria ocupó un lugar importante, principalmente para proveer asistencia a los países centroamericanos, con miras a impulsar el desarrollo agrícola y el empoderamiento de los jóvenes. Los resultados que tenga esta colaboración todavía están por verse. 

Por último, en materia de seguridad, la situación en la frontera norte no ha mejorado, aunque el tema no parece causar grandes fricciones con la administración de Biden todavía. Recientemente, el Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes de Estados Unidos anunció su intención de destinar millones de dólares en asistencia a México para los rubros de seguridad y antinarcóticos, al tiempo que expresó su preocupación por el deterioro de las condiciones en la zona fronteriza entre ambos países. 

La violencia no ha disminuido en la frontera norte, sino que va en aumento, y la Cámara de Representantes ha externado su alarma ante sucesos como la masacre del pasado mes de febrero en Tamaulipas, cuando murieron 19 personas, la mayoría de origen migrante, en hechos donde participaron elementos de la policía mexicana capacitados por Estados Unidos. En junio también se registraron dos sucesos violentos en Tamaulipas en contra de civiles inocentes. Ante la situación, Estados Unidos emitió una alerta de viaje a ese estado, en la que recomendó a sus ciudadanos no viajar a la zona fronteriza debido a la violencia. 

En suma, para realizar un balance del estatus de una relación tan compleja como la que tienen México y Estados Unidos, es necesario analizarla desde la óptica de los encuentros y desencuentros en las distintas agendas temáticas. Si la relación va encaminada a ser “muy buena”, como asegura Ebrard, o si las discrepancias ganarán mayor peso a futuro, es algo de lo que sólo se puede especular hasta el momento. Habrá que seguir observando detenidamente el desarrollo de las distintas agendas y el impacto que tengan los planes de cooperación a los que ambos gobiernos se han comprometido, particularmente con la cuestión migratoria en Centroamérica.

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