"Tengo el gran honor de redactar por primera vez un editorial de esta publicación
al cumplirse su décimo aniversario. A lo largo de los últimos diez
años, Diálogo Político ha sido el órgano de difusión de la Fundación
Konrad Adenauer en idioma español. En esta revista han expresado sus
opiniones, diagnosticado situaciones y brindado conocimientos acerca
de la región una gran cantidad de plumas de un amplio espectro social.
En esta ocasión tengo además la satisfacción de poder presentar un tema
trascendente para comprender el modo en que la política se transforma y
comunica en las sociedades actuales.
Puntualmente, la web 2.0 se ha convertido en un nuevo ecosistema
comunicacional que propone formas descentralizadas de representación
política al tiempo que propicia acciones colectivas espontáneas de alto impacto
pero de improbable continuidad. Herramientas comunicacionales
como Facebook o Twitter habilitan un contacto directo, personal y cotidiano
entre líderes políticos y ciudadanos comunes que elude tanto la
mediación de las agencias informativas tradicionales como los fi ltros partidarios.
Además, la web 2.0 consigue instalar efi cazmente una sensación de
proximidad a la distancia, intercalando en las declaraciones políticas datos
de la esfera privada. Por una parte, esto invierte la lógica tradicional de la
organización de los partidos: se pierden tanto la jerarquía como el control
de las estrategias comunicacionales y la frontera entre el adentro y el afuera
se torna cada vez más difusa. Por la otra, este fenómeno potencia la emergencia
de líderes personalistas que parecen poder cambiar de opinión o de
partido y conservar, no obstante, su caudal electoral. La existencia contemporánea
de fuertes personalismos en política corre a la par de una suerte
de vaciamiento de los partidos políticos, ya sea en su contenido ideológico
como en sus bases programáticas.
Al mismo tiempo, el uso de las redes sociales permite a los ciudadanos
reaccionar velozmente ante el poder político, como ocurrió con el uso de la
cadena nacional por parte de la primera mandataria argentina, o bien poner
inmediatamente en cuestión determinadas maniobras políticas, como
sucedió con la viralidad de fotos trucadas del ex presidente Chávez leyendo
el periódico junto a sus hijas. Así, cada vez más, la opinión que circula en
internet y en las redes sociales condiciona la toma de decisiones a nivel
político y afecta especialmente la conducción de los partidos, que rara vez
están preparados para el desafío de interactividad e inmediatez que supone
articular un discurso consistente en la web 2.0.
¿Signifi ca la web 2.0 más y mejores posibilidades de democratización
en nuestras sociedades? ¿Colabora a la consolidación del Estado de derecho
y la democracia en el mundo? Una respuesta altamente viralizada y on line
no signifi ca necesariamente una mayor participación real de la ciudadanía
en la toma de decisiones. Como tampoco la comunicación permanente a
través de la web que mantienen candidatos en campañas, o jefes de Estado,
signifi ca una mayor cercanía con sus conciudadanos. La comunicación
directa o sin fi ltros puede desde luego ser bienvenida porque evita la manipulación
que los medios tradicionales a menudo realizan de acuerdo con
sus intereses, pero aun así no debe desmerecerse el papel central que siguen
jugando estos medios como cuarto poder.
Con todo, algo parece inobjetable: la comunicación política en la web no
puede ser unilateral o de una sola vía. Si, efectivamente, los políticos tienen
intenciones de entrar en diálogo con los ciudadanos, deberán adaptarse a las
reglas de la web. El sólo hecho de enviar simples mensajes a sus seguidores y
jamás reaccionar a los comentarios es estar lisa y llanamente en una comunicación
1.0. Pasar a la 2.0 signifi ca estar a la altura de las circunstancias: escuchar,
discutir, conversar, intercambiar pareceres con la gente. Precisamente,
este diálogo entre el Estado y sus ciudadanos es el que puede elevar el interés
por la política y lograr un efectivo fortalecimiento de nuestras instituciones
democráticas. Pero para ello, se requiere además la consolidación de los valores
que caracterizan una visión cristiana del mundo. También en la web 2.0."
Kristin Wesemann
Directora