Para avanzar en la construcción de democracias plenas debemos dejar de limitarnos a aceptar con resignación nuestras prácticas e instituciones actuales. No hay nada de natural ni de inexorable en la política tal como la conocemos hoy. Los intelectuales están convocados al foro para dejar su testimonio. Las ciencias sociales, en general, especialmente la ciencia política, están demasiado orientadas a buscar explicaciones sobre lo que existe y muy poco orientadas a elaborar soluciones. Hay que recuperar o, mejor dicho, seguir recuperando el espíritu crítico y volver a desarrollar la reflexión normativa.
Utopía democrática
En este documento se argumenta que la meta más importante para la humanidad es la construcción de órdenes democráticos realmente dignos de este nombre. El argumento se desarrolla en dos movimientos sucesivos. El primero se concentra en la muerte y resurrección de la utopía, y en su relativamente reciente fertilización cruzada con el realismo. El segundo argumenta que la democracia, en el sentido más exigente y noble del término, tal como la define Robert Dahl, sigue brillando por su ausencia, y que no hay ningún objetivo más importante que seguir intentando recorrer la escalera de la utopía democrática, aunque no sepamos a ciencia cierta si es o no, como la de Penrose, apenas una ilusión óptica.
No es fácil recorrer el camino a la utopía democrática. Es una escalera larga, con escalones angostos y esquivos. El primero es la instauración de poliarquías allí donde no ha sido posible aún. El segundo, la consolidación de estos regímenes políticos. El tercero, la generación de condiciones para que exista una igualdad política efectiva entre los
ciudadanos. El cuarto, el pasaje de dinámicas esencialmente adversariales a prácticas que combinen la competencia con la deliberación.
Publicación: Octubre, 2022