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El secreto de la longevidad de la OTAN es su adaptabilidad. Efectivamente, la alianza transatlántica evitó que el comunismo soviético invadiera Europa, es capaz de gestionar con solvencia crisis en todo el mundo y genera estabilidad a través de una red de alianzas. Además, en este momento, está facilitando la cooperación internacional en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
La OTAN siempre ha estado a la altura del desafío del momento y mantiene una tradición de éxito y eficacia. Para mantener esta tradición es necesario que los estados miembros reflexionen sobre cómo hacer que la OTAN se mantenga en forma y pueda así cumplir con su propósito en los próximos años. A continuación, algunas sugerencias.
En primer lugar, no es necesario reinventar la OTAN porque su éxito se basa en principios sólidos: democracia, libertad individual, estado de derecho. Su promesa fundamental —que un ataque contra uno es un ataque contra todos y todos están dispuestos a ayudarse mutuamente— va más allá de una mera defensa y disuasión colectivas. La tranquilidad que la alianza proporciona le permite a los estados miembros dejar de preocuparse por su supervivencia y concentrarse en prosperar, contribuyendo de este modo a la estabilidad internacional.
El éxito económico de Alemania en la posguerra, el Wirtschaftswunder, fue posible gracias a esta garantía de seguridad y lo mismo puede decirse de los estados de Europa central que derribaron la Cortina de Hierro y se unieron a la OTAN después de la guerra fría. Desde que la OTAN comenzó a expandirse al acabar la guerra fría, la adhesión a la alianza ha precedido a la integración en la UE; la seguridad allana el camino tanto para el desarrollo político como para el económico.
Ahora que los estados miembros se enfrentan a las consecuencias económicas de la Covid-19, debemos tener presente esta lección y ser capaces de apreciar los valiosos beneficios geoestratégicos y económicos de unos acuerdos de seguridad fiables y de una Europa entera y libre.
En segundo lugar, la OTAN necesita mejorar su capacidad militar y su preparación. Las crisis de largo alcance como esta pandemia son peligrosas más allá de su efecto inmediato. Los adversarios podrían aprovecharse de sociedades confundidas y debilitadas. La OTAN es indispensable en este momento si queremos evitar que una crisis sanitaria se convierta en una crisis de seguridad.
Para ello, la OTAN necesita disponer de capacidades militares adecuadas, lo que convierte en esencial el cumplimiento de sus objetivos de planificación.
Por su parte, el compromiso de Alemania con las capacidades de la OTAN sigue firme, y acorde a su tamaño y fuerza económica; lo hace hoy, lo hará mañana y lo seguirá haciendo dentro de una década.
Honrar nuestro compromiso con las capacidades de la alianza redunda en los intereses alemanes a la vez que fortalece el pilar europeo dentro de la OTAN, haciendo que los compromisos concretos sean más importantes que los objetivos porcentuales abstractos, que dependen de las fluctuaciones económicas.
En tercer lugar, la OTAN necesita mejorar su capacidad de lucha contra los desafíos menos tradicionales en materia de seguridad, como esta pandemia, que es una de las muchas amenazas a la seguridad nacional además del terrorismo y los ataques cibernéticos o las campañas de desinformación y los efectos del cambio climático.
Los tanques y misiles ya no son suficientes para la disuasión. De hecho, la mejor defensa es fortalecer nuestra capacidad para absorber estos golpes y para seguir enfrentando sus causas. Esto significa que debemos mejorar nuestra capacidad de resiliencia a través de, por ejemplo, el fortalecimiento y ajuste de nuestra infraestructura crítica, ya se trate de las redes de energía, las carreteras y los ferrocarriles o de las redes informáticas y los sistemas sanitarios. Aunque sea una tarea en manos primordialmente de los gobiernos nacionales, la OTAN debe desempeñar un papel de apoyo sólido, creando capacidad de resiliencia en sus propias estructuras, fuerzas y operaciones y añadiendo su experiencia militar y organizativa a los esfuerzos nacionales.
La OTAN lleva tiempo trabajando en todo esto, desde el Centro de Excelencia de Ciberdefensa en Estonia hasta la gestión de la ayuda de emergencia a través del Centro Euroatlántico de Coordinación de respuesta ante Desastres.
La “resiliencia” debería convertirse en la consigna de la alianza y gozar de alta prioridad. Para crear esa capacidad de resiliencia, la OTAN debe trabajar de manera más regular y sistemática con organizaciones civiles, desde las fuerzas de policía hasta las agencias de asistencia en caso de desastre, pasando por expertos en medicina, clima y seguridad cibernética.
La alianza acaba de crear un grupo de reflexión, presidido por líderes estadounidenses y alemanes. Confío en que este grupo ayudará al desarrollo estratégico de la OTAN, desarrollando nuevas ideas sobre cómo lograr la mejora de la seguridad para todos los aliados transatlánticos.
Mi país está contribuyendo en dinero, capacidades y compromiso, con un aumento significativo en 2020. No en vano, celebrábamos la semana pasada el 65 aniversario del ingreso de Alemania Occidental a la OTAN. Nuestra adhesión a la alianza supuso el retorno a la civilización occidental, apenas 10 años después del final de la segunda guerra mundial y, gracias a ello fueron posibles, unas décadas después, la reunificación alemana y una Europa unida.
Hoy en día, la OTAN sigue manteniendo a nuestra patria segura, proyecta estabilidad y proporciona ayuda inmediata frente a desastres imprevistos como esta pandemia. Basándonos en esta orgullosa tradición de salvaguarda de la libertad y la seguridad de todos los estados, los 30 miembros soberanos deberíamos dar un paso más para crear una alianza más resiliente.