Reportajes internacionales
Eran sobre todo las primeras elecciones después del escándalo de la parapolítica que empezó a finales del año pasado, es decir, del destape de los nexos de los paramilitares con políticos, muchos de los cuales se encuentran hoy en día en prisión. Era así la primera elección sin tabús: a diferencia a lo que sucedía antes, las alianzas oscuras pueden ser investigadas por los periodistas y pueden ser discutidas sin poner en riesgo la vida. Y eran las primeras elecciones regionales después del inicio del proceso de desarme de los paramilitares que tuvo su inicio en el 2005 bajo el gobierno del presidente Alvaro Uribe.
Los resultados electorales mostraron muchas sorpresas. Los analistas hablan de unas “elecciones atípicas”. También en las semanas anteriores hubo procesos que insinuaban una nueva calidad de la cultura democrática en Colombia. Rara vez la sociedad civil había acompañado las elecciones en una forma tan comprometida. Durante las elecciones siguió la calma y sólo en un municipio deben repetirse las elecciones por causa de destrucción del material electoral. Por eso esta vez se habla al menos con la misma intensidad del marco del proceso electoral que del desempeño de los partidos políticos.
El Uribismo reafirmado
Para anticipar a grandes rasgos esto último: el sector uribista pudo reafirmar su fuerte posición con los tres partidos más importantes – Conservador, La U y Cambio Radical. Sobre todo el Partido Conservador fue quien se impuso en las regiones rurales. Sin embargo, en la capital Bogotá fue el candidato del partido socialdemócrata Polo Democrático Alternativo quien superó ampliamente a sus competidores, con un 43,7% de los votos.
Las elecciones confirmaron las preferencias que habían sido constatadas en encuestas sobre valores: la mayoría de los colombianos piensa y vota en forma conservadora dentro del amplio espectro de la centro-derecha. Y el panorama de los partidos en este ámbito está muy disperso. En el espectro de la centro-izquierda, donde se encuentra una parte del partido liberal y sobre todo el Polo Democrático Alternativo, se puede reconocer, por el contrario, mayor coherencia programática y disciplina, aunque en términos de los votos absolutos el Polo sólo haya logrado en las actuales elecciones el cuarto lugar en las preferencias de los votantes.
Los “partidos de garaje”, como llaman los colombianos a los pequeños movimientos de corte oportunista, tienen posibilidades sobre todo a nivel local. Allí se constituyen en parte coaliciones ocasionales grotescas que no tienen nada que ver con lo programático o con la ideología. Los colombianos siguen eligiendo personas y no partidos. Y los partidos siguen siendo difusos en términos de contenido. Las alianzas son frágiles, aun si son ratificadas por la voluntad de los electores. En algunas regiones la base de los partidos estaba tan dispersa que se terminaba apoyando a candidatos rivales. Al menos desde esa perspectiva es poco lo que ha cambiado. Las reformas políticas encaminadas a la consolidación de los partidos en años anteriores no han sido fructíferas en este aspecto.
Tal como sucede en otros países, todos los grandes partidos se declararon ganadores tras las elecciones. Eso depende de la perspectiva: medido por el número absoluto de votos el Partido Liberal se sitúa en la delantera (2.253.660 votos), seguido por el Partido Conservador (1.856.594), el Partido de la U (1.627.687), Cambio Radical (1.470.407) y el Polo Democrático (1.072.804). Si uno toma como medida el puesto más importante disponible en estas elecciones, el Polo Democrático puede sentirse fortalecido con el triunfo de Samuel Moreno como alcalde electo de Bogotá. Si uno compara los círculos de votación conquistados, son los Conservadores quienes pueden celebrar.
Si uno compara las metas que se fijaron los partidos por sí mismos antes de las elecciones, son los Conservadores quienes más se acercaron a ellas. Ganaron 5 puestos de gobernador y 240 cargos de alcalde. Las impresiones fluctúan, no obstante, fuertemente. Cristian Garcés de 32 años (hasta ahora concejal en Cali) alcanzó, con más de 29.000 votos para la asamblea departamental del Valle del Cauca, el mayor resultado de todos los diputados en Colombia. En cambio, el candidato conservador a la más visible y más duramente disputada alcaldía de Bogotá no logró siquiera el uno por ciento de los votos, culminando así lamentablemente como el último de seis candidatos.
Para efecto de una comparación: los liberales conquistaron 6 puestos de gobernador y 206 alcaldías, el balance del partido de la U es de 7 y 123, el de Cambio Radical es de 3 y 112 y el del Polo es de 1 y 20.
La fragmentación del panorama de los partidos avanza
El mapa político de Colombia está en movimiento, a pesar de que los dos partidos tradicionales, los Conservadores y los Liberales, pudieron seguir reafirmándose. Las nuevas agrupaciones surgen de la egomanía, de la frustración frente a la camisa de fuerza de los partidos establecidos o debido a que candidatos capaces no encuentran lugar en las organizaciones políticos existentes y se lanzan por eso como “independientes”.
Al lado de los problemas de los partidos “espontáneos” ya mencionados, aparecen también algunos ejemplos constructivos. Movimientos que se constituyeron poco antes de las elecciones únicamente a través de la recolección de firmas le pueden dar a una ciudad un oxígeno político nuevo. Esto sucedió en la ciudad de Medellín con su exitoso alcalde Sergio Fajardo, quien llegó al poder por medio de una democracia de base y quien difícilmente se deja ordenar en el esquema tradicional de izquierda-derecha. Esta vez ganó nuevamente en Medellín, el centro jurídico del proceso de paz, un ‘outsider’ de la política. El escritor Alonso Salazar derrotó contundentemente con su movimiento Alianza Social Indígena al establecimiento político. Salazar está cercano a Fajardo como a Uribe.
Una bofetada a Uribe
A muchos colombianos les chocó fuertemente la intromisión del presidente en la campaña electoral de Bogotá. Días antes de las elecciones en varios lugares del país Uribe previno a los electores de elegir candidatos que apoyaran la lucha armada del grupo guerrillero de las FARC y compraran votos. Se estaba refiriendo de ese modo al candidato del Polo en Bogota. Samuel Moreno había caído en las redes de una pregunta capciosa, cuando afirmó que estaría dispuesto a comprar 50 votos si con ello pudiera salvar a la ciudad de un político que había comprado 50.000 votos. Pero la intromisión no legal y políticamente trivial en la campaña electoral fue asumida por los bogotanos con crítica y pesar. La mayoría de los colombianos pasaron por alto la polémica política planteada por una supuesta cercanía de Moreno con las FARC. Al candidato rival liberal Enrique Peñalosa, quien ya había sido elegido en 1997 como alcalde Bogotá y se había hecho del apoyo de los uribistas, este episodio no lo ayudó. En cambio, políticos y juristas terminaron discutiendo después de las elecciones si debía iniciarse un proceso en contra del presidente por intromisión en la campaña electoral.
El columnista William Calderón sintetiza certeramente los resultados de las elecciones de la siguiente manera: “En Colombia ganó el Uribismo y perdió Uribe. En Bogotá ganó Samuel y perdió el Polo”. Pues el éxito del partido de izquierda se circunscribió al candidato a la alcaldía y sin embargo, no se reflejó en la conquista de puestos al concejo. El Partido Conservador se siente desde el 28 de octubre fortalecido en su plan de presentar por primera vez desde 1998 un candidato a la presidencia propio y mantenerse firme con él hasta el final. Hasta ahora la estrategia de la dirección del partido, que había sufrido un debate interno fuerte, había sido la de apoyar al liberal independiente Uribe en sus exitosos esfuerzos en torno a un proceso de paz, en sus vitales cuestiones en relación a la seguridad interna y en su posición firme frente a la guerrilla.
Con el triunfo del sector uribista en las elecciones regionales también toman fuerza los rumores según los cuales Uribe podría y querría asumir la presidencia por tercera vez. Para eso sería necesaria una reforma constitucional. El mismo presidente ha guardado silencio al respecto. El Polo tiene, a pesar de su moderado éxito en las regiones, muy buenas posibilidades de trascender en las elecciones presidenciales del 2010. Pues estas votaciones siguen una lógica distinta y, tras los éxitos en el campo de la seguridad interna, los temas sociales se tornan cada vez más importante. Desde esta perspectiva, las elecciones regionales no tienen poder predictivo sobre los escenarios nacionales.
Las elecciones más seguras desde hace 10 años
Para comprender por qué las elecciones muestran particularidades interesantes, resulta útil centrar la atención sobre el ambiente electoral. Un foco de atención es la mejoría general de las condiciones de seguridad en el país, el emblema del gobierno del liberal de derecha Uribe. Con ello se crea el espacio político para poner en el orden del día, más allá de las necesidades elementales de seguridad de la población, otros problemas políticos y sociales.
Esto se puso en manifiesto en varios aspectos antes y durante el 28 de octubre. Entre otras cosas, el miedo en la población parece haber retrocedido. Con alrededor de 53 por ciento de la población electoral, votaron más colombianos de los que se esperaban, a pesar de que cayeron aguaceros en amplios espacios del territorio que dificultaron el proceso de votación, el cual tuvo que realizarse parcialmente en carpas. La participación aumentó particularmente en territorios rurales. De acuerdo con los datos del Vicepresidente, esta vez fueron 15,2 millones los ciudadanos que se dirigieron a las urnas en el país, en vez de los 11,6 millones que lo hicieron en las elecciones regionales del 2003. Además, resulta alentador que con casi 87.000 personas haya habido el mayor número de candidatos para los niveles local y regional que se haya visto.
El vicepresidente Francisco Santos se manifestó satisfecho con el hecho de que estas elecciones hubieran superado cualquier fracaso derivado de los intentos de intimidación por parte de las FARC. “Esta es una muestra de participación en una democracia, esta es una democracia en la cual el estado tiene la capacidad de garantizar la seguridad de todos sus votantes".
La política de la Seguridad Democrática del presidente forjó, según el analista Alfredo Rangel, el contexto para las “elecciones más seguras y menos permeadas por violencia de los últimos diez años”. A esta conclusión llega después de comparar los homicidios políticos anteriores a las pasadas elecciones. Si en 1997 hubo 133 homicidios de candidatos así como de mandatarios de la asamblea y del concejo (2000: 114; 2003: 94), esta vez fueron sólo 64, de acuerdo al ‘Think Tank’ Seguridad y Democracia. Esta es, sin duda alguna, una constatación muy relativa. Después de todo, según las estadísticas de Rangel, esta vez fueron asesinados 25 candidatos durante la campaña electoral y muchos otros fueron atemorizados por la guerrilla y los restos de los grupos paramilitares, hasta el punto de que terminaron por retirarse antes de las elecciones. En las elecciones regionales de 1997 murieron 56 candidatos, en el año 2000 fueron 37 y en el 2003 fueron 28.
Aun están vivos los recuerdos de los años 80 y 90, durante los cuales los paramilitares asesinaron más de 3000 políticos locales de la Unión Patriótica, quienes habían renegado del combate armado de las FARC y habían querido asumir un papel político en la vida civil. Las elecciones regionales del 2007 fueron, en comparación a esos oscuros capítulos, mucho más que un rayo de esperanza.
Los ojos abiertos de ciudadanos comprometidos
A ello aportó también el inusualmente exitoso compromiso de muchas organizaciones de la sociedad civil. La influencia en la discusión pública y el trabajo constructivo de estas iniciativas fue una novedad en la historia de la democracia colombiana. La Misión de Observación Electoral (MOE), por ejemplo, una asociación amplia de analistas, ciudadanos comprometidos y universidades, jugó un papel importante en la transparencia de las elecciones y llamó igualmente a la mesa a jefes de redacción y propietarios de medios.
La MOE, que ha sido apoyada entre otros por fundaciones alemanas, publicó anticipadamente varios informes con mapas, en los cuales se pueden reconocer, de la mano del análisis de elecciones anteriores, los peligros de violencia, fraude electoral, compra de votos, intimidación y otras manipulaciones. Candidatos que se presentaron sin competencia estuvieron expuestos esta vez a una crítica y a una observación más acentuadas.
El MOE pudo movilizar el día de las elecciones a 6000 observadores electorales voluntarios, quienes pretendían lograr un acceso a los puestos de votación de más de 450 municipios, lo cual se logró en el 85 por ciento de los casos. Pudieron comprobar irregularidades en una quinta parte de las mesas de votación y se lo hicieron saber a la Registraduría Nacional del Estado Civil. Posiblemente se hagan revisiones en esos lugares. Los Vigías de la Democracia, grupos de estudiantes en diferentes ciudades, complementaron este compromiso. Así como el MOE, ellos también fueron apoyados por la Fundación Konrad Adenauer.
El triunfo de las instituciones estatales
También resultó satisfactorio que las instituciones más importantes del proceso electoral, la Registraduría Nacional del Estado Civil y el Consejo Nacional Electoral, hayan apoyado estas iniciativas. Esto no es obvio en un país como Colombia, donde la sociedad y la política se encuentran frecuentemente polarizadas. El Registrador Nacional, Juan Carlos Galindo, trabajó en forma conjunta con analistas del MOE y logró en algunos casos el acceso de los observadores electorales voluntarios a ámbitos sensibles del proceso electoral, haciendo frente a la resistencia manifiesta de políticos locales.
Galindo es el primer Registrador Nacional que no llega a esa institución a causa de los nexos políticos, sino exclusivamente a causa de la recomendación tecnocrática, especialmente de la Corte Constitucional y de la Corte Superior. Por lo pronto, ejerció por un año como candidato de transición. Muchos esperan que Galindo sea elegido para el mandato regular el próximo diciembre. El transcurso relativamente profesional de estas elecciones en las circunstancias dadas le puede imprimir vigor a su candidatura, pero no la garantiza.
Con la mirada puesta en la creciente credibilidad de las instituciones claves de estas elecciones, los observadores internacionales invitados también afirmaron: “este día f ortaleció el proceso democrático en Colombia”. A ello aportaron reformas que debieron ser defendidas a capa y espada por el Registrador Nacional, haciendo frente a cierta resistencia que suscitaban. Entre otras, hizo rotar a circunscripciones ajenas a 700 representantes locales de la Registraduría Nacional para reducir el riesgo de corrupción.
A pesar de ello, o precisamente a causa de ello, hubo brotes de violencia en más de 40 municipios después de las votaciones. En algunas partes fueron incendiadas las alcaldías o las oficinas de la Registraduría Municipal. Existen dos explicaciones de ese hecho. Los grupos violentos luchaban contra los resultados electorales, en la medida en que antes podían manipular la votación desde su transcurso.
La otra interpretación es menos concesiva, pero contiene, no obstante, un aspecto positivo. Después de las elecciones habría habido en distintos lugares efectivamente manipulaciones por parte de candidatos oscuros, quienes trajeron en parte votantes de otros municipios o transportaron sus cédulas en maletas a distritos electorales específicos. Los simpatizantes de otros candidatos protestaron, lo cual se tradujo en violencia. El último caso es un ejemplo de que los ciudadanos sienten menos temor frente a los grupos armados. Expresan su conciencia de la injusticia y sus intereses en forma más clara que antes. En otros casos donde no se disponía de alternativas políticas serias, los votantes depositaron las papeletas sin haberlas llenado en señal de protesta.
Triunfos sorpresivos y disminución del miedo
El buen trabajo de la Registraduría Nacional en todos los aspectos también puede haber aportado al hecho de que en algunos casos hayan ganado candidatos que no eran considerados capaces de triunfar frente a las castas políticas establecidas. El caso más sorprendente se encuentra, sin duda alguna, en el departamento del Cesar en el norte del país, donde los paramilitares habían condicionado el resultado político en las pasadas elecciones regionales. El candidato de entonces, Cristian Moreno, tuvo que retirarse de la candidatura por presión de los paramilitares. Tras el destape del escándalo de la parapolítica, se atrevió a hacer público el fraude electoral del 2003 y ganó esta vez en forma sorpresiva el puesto de gobernador con una agenda anti-paramilitar en un proceso electoral limpio.
También en otras regiones, como en las ciudades de Cali, Cartagena y, como se dijo, Medellín, los ‘outsiders’ de la política le ganaron al establecimiento. Estos son algunos ejemplos de cómo las mejores condiciones de seguridad en general, el proceso de desmovilización de los paramilitares y una organización electoral más rigurosa por parte de la Registraduría Nacional se articulan para que tengan lugar, bajo condiciones extremadamente difíciles, resultados políticos nuevos, influyendo así en el reclutamiento de las esferas rectoras de la política.
Lamentablemente no todos los resultados son tan alentadores. Algunos casos aislados como el del Cesar llevaron en los primeros días después de las elecciones a la euforia de pensar que políticos con un trasfondo paramilitar habrían sido castigados por los votantes. Sin embargo, al consolidarse los resultados, se tornó evidente que esto no había sido el caso en todas partes. Aunque el movimiento Colombia Viva del senador capturado Dieb Maloof sufrió un colapso, muchos otros movimientos y partidos que están involucrados en el escándalo de la parapolítica se pudieron sostener o incluso pudieron aumentar su participación en los votos (Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática, Alás Equipo Colombia). Adicionalmente, Transparencia por Colombia lamentó que los partidos no hubieran cumplido con los compromisos de hacer pública la financiación de las campañas.
Un camino largo hasta la democracia limpia
Sin embargo, todas las instituciones estatales así como las fuerzas de seguridad hicieron lo mejor que pudieron. El procurador publicó una lista con 269 candidatos con antepasado criminal para evitar que se votara por ellos. Los servicios de seguridad del estado investigaron en parte prácticas de campaña y financiación que se dieron por debajo de cuerda. Pero si los colombianos de los barrios pobres venden su voto el día de las elecciones por un almuerzo o por 10 Euros, aun las autoridades con las acciones mejor intencionadas permanecerían siendo impotentes frente a la corrupción. Colombia sigue siendo un país donde se compran votos, los candidatos son intimidados o asesinados, se usan medios ilegales en las campañas y se transportan grupos de votantes a circunscripciones electorales ajenas.
Sin embargo, con el crecimiento de la confianza y de la independencia de los organismos electorales, así como con las sorpresas electorales, son muchos los ciudadanos que están más seguros de tener voz y voto. La indignación frente a la las manipulaciones ha crecido. El conflicto ya no ensombrece cada discusión política y no permite que las irregularidades parezcan un mal inevitable. El gran compromiso, especialmente de estudiantes, periodistas y científicos como guardianes de la democracia envalentonó a Colombia en medio de su persistente combate por la paz. Permanece la esperanza de que el calor de la discusión sobre la calidad de la democracia en Colombia se sostenga hasta las elecciones presidenciales del 2010 y las trascienda.
Algunos pasos en esa dirección ya se tornan reconocibles: el congreso convocó a una comisión que debe extraer lecciones de las elecciones y determinar reformas a la legislación electoral y al proceso electoral en el sentido más amplio del término. El Registrador Nacional quiere conformar con el apoyo internacional un Observatório Democracia y Elecciones, el cual debe poder impulsar, más allá de los afanes propios de la empresa electoral, reformas políticas y administrativas para el mejoramiento del proceso democrático. Nos resta esperar que esta institución tan sensible permanezca fuera del alcance de las influencias políticas. De lo contrario los sutiles logros podrían evaporarse rápidamente.
Dr. Carsten Wieland es director de la Fundación Konrad Adenauer en Colombia
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